Las Atarazanas Reales de Sevilla se levantan muy poco después de conseguida la toma de la ciudad a los musulmanes (año 1248) por el rey Fernando III de Castilla, cuando su hijo Alfonso X decide en 1252 la edificación de unas Reales Atarazanas para la construcción de galeras en unos terrenos fuera del recinto amurallado y muy cerca del río, en la zona comprendida entre la Torre del Oro, la Torre de la Plata, y las Puertas del Carbón y del Aceite.